22.3.09

César Medina entrevista a Hatuey Decamps




Santo Domingo.- El Toro de Miura —porque es bravo como abeje’piedra— fue el mejor símbolo que pudo hallar Hatuey para su partido. Y aunque no ha sido negocio rentable haber cambiado al otrora “buey que más jala” por el torete negro de lidia, Hatuey no se entrega ni se da por vencido porque sólo la muerte lo retirará de la política y detendrá su carrera hacia el poder.
Nadie descarta que vuelva a su partido, el PRD, pero jamás con la actual dirección y menos en estas circunstancias.
Son 50 años ya en esa brega. Y tiene 62. Comenzó a los l2, con la llegada del Partido Revolucionario Dominicano, y recorrió un largo trecho desde simple militante en Cotuí, su pueblo, hasta presidente del partido. De ahí lo hicieron saltar hace seis años mediante artilugios y zancadillas para hacer posible un propósito reeleccionista contrario a sus principios.
Cacique al fin, formó otra tribu y la imagen del toro guapo que brama y echa humo por boca y oídos sustituyó al buey viejo y cansado que tantas glorias ha dejado en la historia perredeísta.
No es lo mismo, en términos de historia y militancia, pero en su propio partido no tiene los tormentos que le causaron muchos de sus propios compañeros ni el estrés que le provocó un padecimiento intestinal que por poco lo lleva a la tumba.
Los años y la incesante lucha política comienzan a marcar huellas en la imagen de Hatuey. Ya no es aquel muchacho delgado y apuesto a quien las chicas asediaban y cuya cercanía se disputaban, pero aún conserva su proverbial elegancia y galantería y su condición de “hombre de buen decir”. Como nunca antes, Hatuey luce unas libras de más y ya se le comienza a notar “la barriguita de los sesenta”. Es obvio que el gimnasio no está en su agenda. Lo que sí continúa encabezando la lista de sus prioridades políticas es la conquista del poder por la vía electoral. Sabe que su partido por sí solo no le garantiza el triunfo, pero aspira a una gran alianza nacional que lo catapulte.
Medio siglo de actividad política sin vacaciones ha hecho de Hatuey una de las figuras de mayor proyección nacional, y aunque nunca ha presentado su nombre al escrutinio electoral para una candidatura presidencial, en las pasadas elecciones fue candidato vicepresidencial por una tímida concertación de fuerzas minoritarias que lo relegó a un lejano cuarto lugar con menos del uno por ciento de los sufragios.
Esa boleta la encabezó el ingeniero Eduardo Estrella, un disidente santiagués del balaguerismo histórico que intentó infructuosamente de consolidar una cuarta vía electoral.
Su padre y el PRDLa muerte del dictador Trujillo, el 30 de mayo de 1961, trajo la primera alborada democrática en más de 30 años.
Treinta y seis días después de aquel acontecimiento, el 5 de julio, llegó la avanzada del PRD, fundado en La Habana en 1939. Miguel Ángel De Camps Cortés, violinista y productor arrocero en Angelina, Cotuí, fue de los primeros en enlistarse, atraído por la figura del profesor Juan Bosch.
Para organizar el partido, De Camps Cortés rentó una vieja casona en la carretera entre Cotuí-La Vega, “frente a la bomba de Cutié Soto”. La tarea de Hatuey y su hermano menor, Miguel Ángel, era abrir todos los días ese local, mañana y tarde, mientras su padre recorría llanos y montañas llevando el mensaje de Bosch y el PRD por todo Sánchez Ramírez.
Fue tal la dedicación de esa familia, que tanto Hatuey como Miguel Ángel abandonaron la escuela primaria Juan Sánchez Ramírez para dedicar todo el tiempo a la actividad partidaria; eran aún dos niños que ni siquiera habían entrado a la adolescencia. No sólo se ocupaban de abrir y cerrar el local perredeísta, sino que en apenas unos meses inscribieron a más de 13 mil militantes.
Las elecciones de 1962 fueron las primeras que se celebraron en el país tras el retorno de la democracia. El PRD ganó esa consulta con abultada mayoría venciendo a la Unión Cívica Nacional, que postuló al luchador antitrujillista Viriato Fiallo. En la provincia Sánchez Ramírez el triunfo perredeísta fue apabullante.
La UCN sólo sacó un regidor, el doctor Manuel Agramonte Polanco, conocido como “Machanito”, un político de mil batallas que aún anda por ahí dando carpeta y quien poco antes del Golpe de Estado del 63 se cambió al PRD y luego al Reformista, donde permanece. En esos comicios el papá de Hatuey fue elegido diputado. Murió hace 11 años. Su hijo era presidente del PRD. Conservaba su militancia de 40 años.
Una vida en el partido blancoSiendo su padre diputado, Hatuey y el resto de la familia vino a vivir a Santo Domingo.
Poco después los guardias dieron el Golpe de Estado, el 25 de septiembre del 63.
No había cumplido aún los 15 cuando formó el Frente Revolucionario Estudiantil Nacionalista (FREN) en el liceo Paraguay, y luego pasó al Juan Pablo Duarte. Transcurrían los años aciagos del período 63-65. El país era gobernado por el Triunvirato que sustituyó a Bosch en el poder.
Los principales líderes de la época se hallaban en el exilio, y aquí se vivían momentos de mucha tensión y constantes rumores sobre conspiraciones y asonadas cuartelarias.
Un naciente balaguerismo competía con el PRD por la principalía oposicionista y los militares se dividían entre quienes mantenían una fementida lealtad al régimen de facto, otros que se adherían a la constitucionalidad que encarnaba el PRD y un tercer grupo seguía el neotrujillismo que simbolizaba Balaguer, exiliado en Nueva York.
Es este el escenario en el que comienza el liderazgo juvenil de Hatuey De Camps, quien despuntaba como el principal dirigente escolar del PRD y se encaminaba a la dirección nacional de ese partido al frente de la Juventud Revolucionaria Dominicana, JRD. La guerra patria del 65 encuentra a Hatuey en la resistencia armada, y aunque su juventud de entonces no le permitió el protagonismo deseado, estuvo todo el tiempo en la lucha por el retorno a la constitucionalidad del 63, es decir, por el retorno al poder de Bosch. Su padre encabezó el “comando de los diputados”, que operó en el hotel Comercial. Participó en la ocupación de La Voz Dominicana y en otras acciones armadas.

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