17.5.11

Se cumplen hoy 50 años de la Palma de Oro a la película 'Viridiana'

El negativo había sido trasladado clandestinamente a París. Con la excusa de que en la capital francesa existían mejores estudios para realizar la sono-rización y las mezclas finales -algo en parte cierto- la cinta llegó, sin pasar por la última censura de la dictadura franquista, al Festival de Cannes la noche anterior a su proyección.
"Nos temíamos lo peor si antes de su estreno en Cannes era visionada por el director general de Cinematografía", recuerda hoy Pere Portabella, el productor de Viridiana, una de las obras mayores de Luis Buñuel.

La película, protagonizada por Silvia Pinal, Fernando Rey y Francisco Rabal, fue exhibida en la última jornada del certamen. El impacto que provocó fue enorme. Tanto, que el director general de la Cinematografía, José María Muñoz Fontán, desapareció del palco precipitadamente. Al día siguiente, el 18 de mayo de 1961, el jurado de Cannes, que ya tenía prácticamente decidido el palmarés, decidió conceder la Palma de Oro ex aequo a Viridiana y a Una larga ausencia, de Henri Colpi. Tal día como hoy... hace exactamente medio siglo. Viridiana, la película cuyo guion pasó la férrea censura franquista gracias a una historia clásica y galdosiana que, sin alusiones a los elementos fetichistas y religiosos como el famoso crucifijo-navaja, era más un "culebrón venezolano", en palabras de Portabella, que un filme brutal y anticlerical.

"¿Y qué hacemos ahora con el premio? ¿Quién lo recoge?", fueron las preguntas que se planteó el equipo de la película tras la decisión del jurado en Cannes. "Buñuel estaba medio enfermo en París y nos avisó de que él no viajaría a Cannes. Así que su amigo Domingo Dominguín y Juan Antonio Bardem -ambos conocidos comunistas que trabajaban en la productora Uninci- tuvieron la brillante idea de ofrecerle al director general de Cine, Muñoz Fontán, que subiera al escenario a recoger la Palma de Oro como representante de España", dice Portabella. Era una manera de que todos quedaran salvados.

Muñoz Fontán, que se había refugiado en su hotel nada más salir de la proyección, aceptó el "regalo envenenado". Y tan envenenado. Nada más aterrizar en Madrid, al día siguiente de la ceremonia, el entonces ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado, le citó en su despacho. Había sido fulminantemente destituido.

La polémica estaba servida. Y el gol de Buñuel al franquismo tomaba carta de naturaleza. L'Osservatore Romano, periódico oficial del Vaticano, calificó de "blasfema" la película y pidió la excomunión de todo el equipo. Se dijo incluso que la música de Händel y Mozart incluida en el filme era "perversa". Las autoridades franquistas, en lugar de prohibir Viridiana, negaron su existencia como película española. "La hicieron desaparecer, como si nunca se hubiera rodado", cuenta Pere Portabella. Al cabo de un tiempo, el coproductor mexicano Gustavo Alatriste, marido de Silvia Pinal, recogió el negativo refugiado en París y se lo llevó a México, donde consiguió que se le atribuyera la nacionalidad mexicana. Solo así se pudo estrenar.

Viridiana había supuesto la vuelta a España de Buñuel tras sus años de exilio en México. La dictadura franquista vio la oportunidad de instrumentalizar una supuesta apertura del régimen concediendo el permiso para rodar al cineasta aragonés. Lo de Cannes fue un gran éxito político. Viridiana supuso el fin de la carrera como productor de Portabella -tras Los golfos, de Carlos Saura, y El cochecito, de Marco Ferreri-, pero también una gran satisfacción moral y política. La misma que invade todavía a la profesora francesa Monique Roumette, que trabajó como becaria, con 21 años, en el rodaje de Viridiana y que protagoniza el corto documental Regreso a Viridiana, con guión de Juan Zavala y dirección de Pedro González Bermúdez. Regreso a Viridiana, que se presentó ayer en Madrid, se estrena hoy en la Sala Berlanga, antes de la proyección del filme de Buñuel en copia remasterizada.

Monique Roumette, testigo privilegiada de ese reencuentro del cineasta con España del que realizó un diario que conserva, sonríe con admiración cuando recuerda la genialidad de Buñuel: "La película parecía una cosa de santos, pero cuando veías el humor que tenía Buñuel te dabas cuenta de que se estaba preparando una bomba de relojería".

"Buñuel es un caso excepcional", asegura Portabella, "si solo hubiera realizado La edad de oro y Un perro andaluz, joyas del surrealismo, también habría pasado a la historia. Pero va más allá: su obra ha sido también reconocida como uno de los clásicos del cine mundial. Aún le quiero mucho".

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