27.9.11

La mujer que tenía una granada en la cara


Karla Flores tiene hoy una gran cicatriz y un agujero en la tráquea para respirar, pero ayer tenía un artefacto a punto de explotar incrustado en la cara. Esta vendedora de pescado de Culiacán (Sinaloa), a quien los medios mexicanos se refieren como 'la mujer milagro' o simplemente 'la mujer a la que no le tocaba morir', concentra como nadie el miedo a la violencia que se vive en el país; pero también la fuerza de millones de mexicanos capaces de convertir los dramas en milagros.

Todo ocurrió el 6 de agosto, cuando Karla- de 32 años- caminaba por una calle de Culiacán después de entregar un pedido. Era la una de la tarde y la temperatura era de 43 grados cuando sonó una explosión. Ella se dio la vuelta, su sombrero salió volando y un objeto le golpeó la cara. Semiinconsciente y desde el suelo se tocó las mejillas y la sangre. La cara le ardía. Se desmayó sobre el asfalto.
En medio del desconcierto un automovilista la subió a su coche y la trasladó al Hospital General de Culiacán. No se volvió a saber nada de aquel ángel que la dejó en el hospital.
Con la primera tomografía los médicos confirmaron que Karla tenía un artefacto en el lado del derecho de la cara. Según el Ejército, movilizado para proteger el hospital y analizar el objeto, se trataba de una ojiva salida de un lanzagranadas que, en caso de explosionar, mataría a cualquiera en un radio de 10 metros. Karla Flores, trasladada a una zona alejada del resto de pacientes, no podía hablar ni tragar la mezcla de sangre y saliva que la ahogaba.
Fue entonces cuando el doctor Gaxiola Meza pidió "un médico valiente para poder intervenir a la paciente bajo extremas condiciones de riesgo" tal y como explica el periódico 'El Universal' de acuerdo con el relato de Karla. Varios médicos se echaron atrás y decidieron no participar en tan arriesgada intervención porque "ningún médico está obligado a operar bajo dichas circunstancias".
Pero otros cuatro dijeron que sí. Los anestesiólogos Felipe Ortiz y Cristina Soto, el enfermero Rodrigo Arredondo y la doctora Lidia Soto entraron al quirófano junto a dos militares cuyo trabajo consistía en indicar a los médicos cómo mover el artefacto para que este no explosionara.
Inicialmente, los soldados propusieron operar con trajes antibomba, pero ante la imposibilidad de trabajar en esas circunstancias todos aceptaron las batas verdes como única medida de protección y como un "acto de solidaridad entre todos", explicó Miguel Alonso Rivera, director de Comunicación Social de la Secretaría de Desarrollo Social y Humano de Sinaloa, a El Universal. Todos ellos hablaron con sus familias antes de entrar al quirófano.
Fueron cuatro horas de operación en la que se le abrió por completo la cara a Karla. Una operación "a cielo abierto" con sólo anestesia local, en la que se empezó por realizar una traqueotomía a la paciente para que pudiera respirar. A las doce de la noche se logró extraer el artefacto con un habilidoso movimiento para que la ojiva no se girara ni, mucho menos, cayera al suelo. "Sólo podíamos lateralizarla, porque de lo contrario todos en un radio de 10 metros explotaríamos", explicaron los militares presentes en la operación.
Pocos días después, Karla fue intervenida nuevamente con una cirugía maxilar y de mandíbula realizada por el doctor Estrada. Se ha quedado sin dientes, su cara está deformada y según los médicos durante los próximos tres años tendrá que asistir varias veces al Hospital.
Sin embargo, en cuanto recuperó la consciencia Karla Flores sólo escribió palabras de agradecimiento a los médicos, a su familia y al misterioso hombre que la dejó en el hospital cuando se desangraba en la calle. Frente a la eficaz respuesta de médicos y espontáneos, la Policía aún no ha explicado de donde salió la ojiva de lanzagranadas que se incrustó en su cara.