19.12.11

El pulpero economista


Cuando se habla de economía, hay dos posiciones encontradas. La de los técnicos, y la del pulpero. Podría parecer un  atrevimiento que se hable de un banquero y experto económico, junto a un pulpero de colmado, que vende en chancletas, con una franela  sucia y con el cabello sin peinar.


Pero entre los dos tienen el control sobre el desarrollo de la economía de un país como el nuestro, subdesarrollado, pero que es visto por ojos de expertos que están en el siglo 21, mientras las masas viven  en el principio del 20.

La salvación del país sería que se pueda unificar  criterios de los economistas graduados en las más prestigiosas universidades nortemericanas e inglesas, y los que venden al menudeo en las calles.

En definitiva, los guarismos económicos que el pueblo entiende son los del pulpero, los del vendutero al detalle, los que mueven los cheles y no los millones.

Cuando a la mayoría del pueblo usted le pregunta como está la econonomía, le puede decir bien o mal, dependiendo de cómo le venden en el colmado la comida del día.

El economista del Banco Central, o de las fundaciones de locales de lujo y nombres sonoros, no ven a ese tigre barrial como un ente a tomar en cuenta en el proceso de la macroeconomía.

Por el contrario, observan con tranquilidad que sus números señalan que hay un avance hacia el desarrollo nacional, y eso se refleja en las estadísticas  analizadas con lupa en los cuartos fríos.

Pero el experto frío y de accionar cibernético se olvida de la mala distribución de las riquezas que hay en el país, y que la mayoría vive del comercio informal, está desempleado, o espera una remasa de los Estados Unidos para comer.

El verdadero desarrollo de la economía no está en las cifras de los expertos, ni tampoco en los números hechos en una vieja libreta con un lapiz por el pulpero, sino en una mezcla de ambas.

Dicen que el doctor Joaquín Balaguer llevaba sus números económicos en un cuaderno que guardaba en su escritorio, y que eso le permitía hacer distribuciones presupuestarias de los impuestos recaudados y de lo que aportaba la Lotería Nacional en su mejor momento.
El país va logrando un desarrollando y está mejorando su economía, pero hace falta tener a juglares que se lo puedan explicar al pueblo en sus palabras.

No hay desarrollo donde florece el agiotismo y la  especulación, porque usted dice que todo va bien en la macroeconomía, y los número reales se los tumba un aumento de diez centavos en los precios del arroz, que hace medalaganariamente el almacenista del barrio.

Como el mejor secretario de Agricultura es la lluvia, hay también que tener en cuenta que el mejor equilibrista de la economía no es el reputado técnico, sino el dependiente que vende en chancletas y camisilla sucia de grasa vegetal.

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