No es momento de guardar el sable. La lucha sigue luego
de las fiestas. Un año nuevo se inicia, pero los problemas nacionales son
ancianos. Ahora mismo hay que retomar fuerzas para que se den
soluciones a los graves problemas que tiene el país. No se puede pensar en una situación general. La división de
intereses económicos y sociales, convierte en una realidad que cada dominicano
luche por sus intereses particulares.
Las soluciones deben ser colectivas, de acuerdo al
bienestar general, pero eso es una utopía. Las satisfacciones colectivas responden a la tesis de una
izquierda que a nivel local está en el zafacón del recuerdo.
Los tropezones y la falta de visión hicieron de la
izquierda dominicana un ente parálitico, viviendo de la ayuda internacional y
levantando como única bandera de lucha el antibalaguerismo.
Cuando desapareció la influencia internacional, la
izquierda se esfumó y los más osados convirtieron sus movimientos en ONGs.
Con Balaguer en la tumba, esa izquierda buscó refugió en
los partidos tradicionales, los que les permitieron cargos, llegar al
parlamento y hasta satisfacer los estomagos con hambre de derecha.
La izquierda dominicana se puede recomponer, pero con
otro nombre, con otros líderes, no en base a los personeros del ayer, o en los
jovenes que hoy leen folletos de viejas librerías, llenos de cucarachas y sin
recetarios para el micro-onda social.
De ahí que las soluciones de hoy son individuales, cada
segmento quiere que se le mejore su nivel de vida, o se le de el bocao de
ocasión, pero casi nadie piensa en los problemas generales y fundamentales del
país.
La mal llamada sociedad civil habla de institucionalidad,
pero peca de farsante, porque lo único que le interesa es tener su pastel en
los gobiernos, las cortes, los procesos electorales y ser árbitros en la vida
nacional.
Es como un limpia-botas que quiere lustrar zápatos, pero
que las manos no se le ensucien de
betúm. Muchos de esos miembros de la sociedad civil apoyan al gran
capital especulador y evasor de impuestos o son agentes de corruptela de jueces
y fiscalizadores y viven hablando de institucionalidad.
Cambiamos de año, pero los problemas son los mismos,
aunque la lucha debe variar de métodos.
Es un año de elecciones, y otro hombre va al Palacio
Nacional. Poco importa si es postulado por un partido determinado, en el país
se sigue a un hombre, no programas de gobierno ni líneas de partidos.
Dos puntos son fundamentales en lo inmediato. Para las
capas pobres, una política de pleno empleo, seguridad alimenticia, cobertura de
salud y mejoramiento de la educación.
En la clase pensante, que a veces es la más hipócrita,
que se logre la institucionalidad nacional, con respeto desde la constitución
al libre rejuego comercial-económico.
No guardemos el sable, que tenemos que seguir a caballo
porque hay batallas que no se han iniciado…
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