21.1.12

Obispos; yodo a la llaga


La Iglesia católica sigue siendo un faro de luz que guía el destino de la mayoría de los dominicanos. En ocasiones, una parte de la cúpula de la Iglesia ha estado divorciada del pueblo, pero la mayoría se sintoniza con la realidad nacional.


Los obispos que firman la Carta Pastoral con motivo del Día de la Altagracia son los mismos de siempre, pero sus pronunciamientos van dirigidos a un tema recurrente  en la sociedad dominicana, echar la culpa de los males a la crisis humana y moral.

Cierto,  detrás de la violencia que hace temer a la mayoría de la sociedad dominicana que vamos camino del despeñadero se encuentra la punta de lanza de la pérdida de los valores humanos y morales, pero también hay otros ingredientes.

Uno de los primeros es la ausencia de la educación  hogareña y académica. No se olvide que de acuerdo a las últimas estadísticas alrededor del 50 por ciento de  la población apenas si llegó a los cursos primarios.

En este país, de acuerdo con estudios bien elaborados, hay más de un millón de analfabetos, o sea niños, adolescentes  y adutos, que no saben leer, ni escribir.

El respeto al ser humano, una moral a toda prueba, tienen que partir de un proceso educativo. El hombre sin educación es una bestia, un buey con un narigón para ser manejado al antojo de los que propician que se mantenga en el atraso.

Esa falta de educación no solo es responsabilidad de los padres, sino que ha fracasado la sociedad para facilitar que cada niño tenga oportunidad de ir a la escuela y alfabetizarse.

Fácil es echar toda la culpa a la familia, de por si desintegrada y sin metas, de una falta de educación, que aguijonea la ausencia de deberes morales y humanos.

La Iglesia tiene curas en todo el país, tiene un sacerdote o una monja donde la miseria absoluta no aprieta, sino que mata. Los soldados de la iglesia están en contacto con las familias donde los niños mueren de hambre y los ancianos fallecen por falta de medicinas.

Esos representantes de la Iglesia están donde las niñas se prostituyen porque no tienen para comprar un pica-pollo, donde los adultos se vuelven delincuentes, ante la falta de oportunidad social, para estudiar y conseguir un trabajo.

Señores Obispos, la denuncia está buena, pero hay que proponer soluciones. Tiene que haber una  mejor y más justa distribución de las riquezas.

Los males a los que ustedes ponen el dedo, como si fuera  yodo en una llaga purulenta, tienen su origen y se sostienen, en la vida miserable que viven millones de dominicanos, mientras un puñado atesora y desperdicia  las riquezas.

Propongan soluciones señores Obispos, que ustedes son el faro que guía a la mayoría de los dominicanos. Ha diario hay enrostramiento de los cuadros de miseria, pero nos quedamos corto en aplicar la amputación de la pierna con cangrena.

Si no hay soluciones a los males enunciados por ustedes, seguirá profundizándose la brecha de falta de respeto humano y moral en la sociedad dominicana.

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