19.1.12

Romney pierde fuelle y la carrera republicana se hace más apretada


Rick Perry besa a su mujer, Anita

La retirada de Rick Perry  de la carrera presidencial norteamericana, anunciada hoy, servirá para evitar algunos bochornos más al Partido Republicano y puede retrasar la coronación de Mitt Romney como el candidato elegido por la oposición, en la medida en que permitirá concentrar el voto más conservador en los aspirantes que sobreviven.
Al margen de eso, el interés de las primarias de mañana en Carolina del Sur sigue centrado en conocer la capacidad de los republicanos para aprovechar las debilidades de Barack Obama .
Perry ha conducido una campaña desastrosa cuyo principal mérito ha sido el de comprobar la categoría de quien ejerce como gobernador de Texas, el segundo mayor estado del país y una de las mayores economías del mundo. Entró en la carrera coqueteando con la idea de la secesión de su estado y la concluyó en el último debate, el lunes, proclamando que Carolina del Sur “está en guerra” con el gobierno federal, una manera de exhibir la feroz aversión de la extrema derecha estadounidense al estado central.
En el camino dejó perlas como la de ser incapaz de recordar los nombres de los tres organismos públicos que él mismo prometía eliminar o la de calificar de “monstruosa mentira” el sistema de la seguridad social que permite una pensión decente a millones de trabajadores. Prometió enviar de regreso a las tropas norteamericanas a Irak y estimó, no se sabe si por error o por convicción, que Turquía está gobernado por “terroristas islámicos”.
Perry anunció su candidatura a final del verano pasado en medio de la aclamación general de un público republicano que buscaba a un verdadero conservador para competir contra Obama. En pocos días, escaló hasta el primer puesto en las encuestas y parecía el hombre a batir. Se batió solo. Su actuación, casi cómica, en los debates, dejó enseguida en evidencia que sus opciones de victoria eran nulas. Hizo todos los esfuerzos del mundo por probar lo muy conservador que es –tan apasionado por la pena de muerte como por el uso de las armas-, pero ni aún así fue capaz de convencer a un electorado que, pese a su extremismo, quiere a quien más posibilidades tenga de arrebatarle la Casa Blanca a los demócratas.

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