La solidaridad no debe tener límites. Cuando un país, un pueblo, está en
desgracia, todos debemos prestarle nuestra ayuda. Es el caso de la Repúbica Dominicana con Haití. La
solidaridad dominicana ha estado presente, luego del terrible terremoto que
azotó a esa parte de la isla.
Una cosa es ser solidario, y otra que se permita la
política de las grandes potencias de reunificar políticamente a la isla.
Contra ese tipo de ingerencias estamos en desacuerdo.
También rechazamos la hipocresía de muchos que hablan mal de Haití y los
haitianos, pero se han hecho millonarios con el trasiego de hombres y
mercancías, de forma legal, por la frontera.
No trato ahora el comercio clandestino, las drogas, la
trata de blancas, porque por sus implicaciones y para evitar malos entendidos,
tiene que ser analizado aparte. Me refiero en este artículo al comercio legal.
Hay que vivir una realidad, y es que para muchos
productos elaborados en la Republica Dominicana Haití es su primer y a lo más
su segundo mercado.
La falta de una política económica y migratoria permite
que muchos desarrapados haitianos vengan a la República Dominicana en
condiciones de ilegales.
Pero el desorden fronterizo da pie a que el gran capital
gane millones de pesos. Es un intercambio económico que no está regulado, y se
llega hasta a desabastecer el mercado local, para llevar productos a Haití.
Los más beneficiados de ese mercado informal hacia Haití,
son los grandes productores dominicanos, porque el vendedor a destajo no está
en capacidad de suplir los productos que demanda un país en crisis y una manufactura en la tumba.
Muchos de esos empresarios son las columnas de
instituciones de la sociedad civil, que viven fijando posiciones sobre Haití,
en ocasiones con líneas de intransigencia.
Pero ocultan los negocios millonarios que llevan a cabo
en ese país, enviando legalmente comestibles
y artículos de diario consumo producidos en el país, pero evadiendo
impuestos y otros controles.
Es una línea política económica de doble cara, contra la
migración haitiana, mientras se embolsillan millones de euros y dólares con el
trato comercial.
Aquí hay una migración masiva de haitianos, porque
encuentran mejores condicioenes de vida que en su país.
Además, tienen trabajo que les garantizan los
constructores y productores agropecuarios, que los explotan como si fueran
esclavos.
Los haitianos en la capa baja, deplazan al dominicano de
la industria de la construcción y al echa días de las plataciones
agropecuarias, pero, cuando se habla de nivel técnico para la industria
turística, es preferido al dominicano.
Somos partidarios de toda la solidaridad posible con el
pueblo haitiano, abandonado a su suerte por las grandes potencias, y de una
verdadera ley de migración, que sobre todo va a poner en cintura a empresarios
dominicanos.
Sin ataduras culturales e históricas, hay que mejorar las
relaciones con Haití
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