Un tema que es obligatorio que sea abordado por todos los
responsables sociales, es la seguridad ciudadana. La mujer y el hombre común
están expuestos a perder la vida en cualquier calle, en sus hogares, en las
escuelas o en un sitio de diversión. Es una violencia que lleva al ciudadano a ser prisionero
de su casa, con temor de salir a las calles, lo cual también incide en el
cierre de muchos negocios.
La violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, es un
fenómeno universal, pero ello no quiere decir que nos crucemos de brazos, con
la versión local. Contra el crimen hay
que luchar sin tregua.
La inseguridad ciudadana es una cara macabra de la
miseria. Es un germen destructor de la sociedad, y va en su misma médula.
Mejorar los niveles de vida de la población, es reducir los índices de violencia.
Hay un delito que es lacerante para la sociedad, pero
todos se cruzan de brazos ante el, no le tienen miedo, y al parecer no les toca
directamnte. Es el robo, el crimen, de cuello blanco y corbata.
Siendo uno de los más peligrosos, el ladrón, el atracador
de cuello blanco y corbata no aterroriza a la ciudadanía, porque no pone
directamente en peligro su integridad fisica.
Le lleva sus ahorros, le dispendia su inversión, lo
coloca al borde del suicidio por la crisis económica, pero es un hecho
intangible, a larga distancia, y sobre un patrimonio que se puede recuperar.
Ese ladrón de perfumes y finas telas logra evadir la
justicia, tiene protectores, es comprado
por el dinero, una persona de nivel social, aunque tenga grandes podredumbres
por dentro.
Pero el ladrón de esquina es el que más atormenta, porque
es el que mata, el que agrede, con el que se tiene contacto directo. Una
política de seguridad ciudadana tiene que apretar y encarcelar al pillo de cuello
blanco, y al hampón de frituras.
La impunidad de uno, da la impresión a la sociedad de que
la justicia es una materia de libros de textos, y que no se aplica. Otros
quieren seguir ese ejemplo, en peligro de la estabilidad de la paz y la
seguridad.
En la República Dominicana necesitamos mantener el orden
y la seguridad, para que no impere la
ley de la selva. Cuesta trabajo y hay que someterse a sacrificios, pero para
vivir en paz, tiene que escucharse el sable ejemplarizador de la justicia. Ese
machete está ahora sin filo y en la vaina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario