La reforma del
sistema educativo nacional es una gran necesidad. No modificaciones realizadas
para satisfacer a organismos internacionales, o a contratistas de la cultura. Tenemos amargas experiencias en el pasado, cuando
técnicos de las Naciones Unidas y otros organismos implementaron cambios
sustanciales en la educación que no han valido para nada.
Triste es el paso por el sistema educativo dominicano de
Lorenzo Guadamuz, quien se convirtió en un secretario adunto, ahora sería
ministro, que disponía como un rey tronante.
De esa experiencia tenemos una de las principales lacras
y rastre del sistema educativo que son las Pruebas Nacionales, que no aportan
nada a la enseñanza dominicana.
Esas Pruebas Nacionales tienen un costo que ronda los mil
millones de pesos anuales, y son tan frágiles que cuando se están celebrando
sus detalles se ofertan en las redes sociales.
Tengo mis reparos
a las reformas de la educación que se está planteando, porque me parece que va
a complicar más el sendero ya de por si tortuoso.
Una reforma curricular no puede ser para satisfacer los
egos de los asesores, sino se toman en cuenta las verdaderas necesidades del
sistema eductivo dominicano.
Lo primero es que no se puede hacer modificaciones para
que todos los años se cambien los libros de textos. Eso es una barbaridad, y
siempre ha dado la impresión que su fin central es satisfacer las necesidades de los libreros.
A pesar de que estamos en la era de la informática y de
la modernidad, los conocimientos básicos del ser humano llevan años para
madurar y ser expuestos.
Un libro de texto debe permanecer inalterable por tres
años, y en caso extremo, se puede hacer una separata para una materia y una obra
determinada.
Una reforma no puede ser para cambiar los horarios de los
profesores, para aumentarle los salarios, para poner nuevos nombres a las
aulas, o parara realizar seminarios.
Lo primero de esa reforma es abolir las Pruebas
Nacionales y poner la vigencia de los libros de texto cada tres años.
Pero se pecaría de indolente haciendo reformas, cuando no
se trata el tema de la alfabetización de adultos.
En los últimos
años se han prácticamente abandonado muchos programas de educación de adultos,
que sobre todo se lleva a cabo en la noche.
Hoy son miles las trabajadoras domésticas y los obreros
que no tienen oportunidad de educarse, porque esa tarea la realizaban en la
noche y ahora está suspendida en la mayoría de las escuelas.
La reforma curricular se nos está presentando como un
ejercicio insuficiente, que comete las fallas del pasado.
Hagamos verdaderas reformas en el sistema educativo, no
quitar el polvo que se asienta en los
pupitres de las escuelas públicas.
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