La muy reciente inhabilitación de Baltasar Garzón para ejercer
su categoria de juez, mueve a la reflexión sobre las acciones de hombres que se creen
por encima de la ley, que en su aplicación los amarra con un cinturón de acero.
Garzón, con sus decisiones, se convirtió en parte de a conciencia de España y
el mundo. Recuedo sobre todo su ación de enjuiciar al dictador Chileno Augusto
Pinochet, y los expedientes abiertos a otros militares implicados en crimenes
de lesa humanidad.
La desgracia de Garzón llegó en el momento en que quiso
reabrir las heridas dejadas soterradas por la dictadura de Francisco Franco.
Garzón actuó como un magistrado que se creyó por encima de la ley. Si usted está
por encima de la ley, viola esa ley que dice defender.
La sociedad española logró su avance democrático dejando
a un lado las dolorosas heridas de la guerra civil, y reabirir ese expediente,
únicamente podría traer el caos, la división, y los enfrentamientos políticos.
No se olvide que los neo-franquistas constituyen una de
las fuerzas más poderosas en la política española, y hoy están de nuevo en el
gobierno.
Garzón debe servir para meditar sobre los alcances que
deben tener las decisiones de un estadistas, un jurista, un ejecutivo, juez o político,
que tiene que estar señido a normas conductuales, y al devenir de la política.
Como un hecho aislado, usted no se puede considerar la
ley, usted no puede estar por encima de las leyes, porque entonces se convierte
en un dictador, en un sepulturero de las leyes.
En América Latina, y en la República Dominicana, hemos
tenido muchos ejemplos y representaciones de hombres que se creyeron
predestinados, y gobernaron y mandaron por encima de las instituciones.
Un Garzón caído debe ser el ejemplo. El poder, sólo en un
régimen totalitario, sin consenso, se
puede emplear sin respetar nada. Ningún hombre en si, encarna la voz del
pueblo.
Un hombre, o un ejecutivo, puede ser el representante
directo del pueblo, pero ello no puede llevar a que se le considere por encima
de las leyes, y por consiguiente, tratando de aplicarlas, sea su primer violador.
Garzón violó la ley, cuando dispuso que sin una previa
sentencia, se escucharan conversaciones en forma clandestina, de presos acusados de
actos de corrupción.
Yo hubiera absuelto a Garzón de ese botón de
culpabilidad, pero ante la ley, se colocó por encima de los reglamentos y debe
pagar por ello.
El hombre es un agente de hacer cumplir y vigilar por la
aplicación de la ley. Su paso es temporal por la vida y las instituciones. Nunca
se debe considerar un ser sobrenatural, dotado de poderes especiales, por cuanto
menos lo espere chocará con la dura pared de las confluencias sociales, y se
hará polvo. Polvo eres, y al polvo volverás
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