La violencia es muy dificil que se pueda detener con un
pacto social. Son precisamente las desigualdades sociales que originan la mayor
dosis de violencia, en cualquiera de sus manifestaciones. La intrafamiliar, es
impulsada, casi siempre, por la carencia de recursos económicos.
La violencia es un reflejo, es una acción condicionada,
de un problema mayor. La exclusión social es, sobre todo, lo que origina que se
desate la ira de los que están fuera de la ley, y salen a delinquir.
Los pactos son buenos, porque mueven a entendimiento de
graves problemas sociales que se están viviendo, y de los cuales muchos se
desatienden y le dan las espaldas.
Si en la República Dominicana no hay una acción para
detener el hambre y la miseria extrema, entonces no habrá sensibilización de
los problemas que nos están afectando.
Si el principal acicate de la violencia es la
marginalidad, la indiferencia es uno de los grandes crímenes sociales que
padece un conglomerado.
Esa indiferencia convierte en un espectáculo de
televisión la transmisión de la muerte de más de 50 dominicanos, que tratan de
llegar en yola a Puerto Rico, y mueren en el intento.
Lo vemos como la tragedia de un grupo de aventureros, que
cogió una yola para ir a pasar un fin de semana en otro país, y las mujeres a
buscar un marido. Así piensan los indiferentes.
Eso es parte del problema. La indiferencia social, el
mirar para otro lado cuando hay hambre y miseria, y sólo tener atención en el
momento en que hay una tragedia de por medio.
Toda acción que vaya a enfrentar la violencia debe ser
bienvenida. Debe ser saludada, porque nos está ahogando esa indiferencia
social, esa falta de pasar revista a como viven nuestros hermanos.
En su germen primario, y talvez el más doloroso, la
violencia intrafamiliar, en la mayoria de los casos las desavenencias en el
hogar surgen por problemas económicos.
Por ello, hay que meter el bisturí en las desavenencias
sociales tan grasas que carcomen a la sociedad dominicana, y donde todo el
mundo mira con indiferencias.
En los problemas sociales, todos tienen grados de
culpabilidad. Los empresarios, el gobierno, los ciudadanos, las iglesias.
Todos. Las víctimas son esos desgraciados que viven a orilla de los ríos, y
atestan las cárceles y los hospitales.
Luchemos contra la violencia, pero tengamos bien claro
que en el país el claustro formador de la delincuencia está tipificado por el hambre, la miseria y la exclusión
social.
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