12.2.11

La crítica neoyorquina mata a Spiderman sin esperar al estreno

Un espectáculo «inepto». El musical «más caro de la historia de Broadway, y también el más malo». «¿Cómo pueden 65 millones de dólares dar un resultado tan barato, lucir tan poco?». «¿Cuándo falta para que pueda largarme de aquí?».
 Esto es solo un escogido ramillete de las lindezas que el crítico de The New York Times, Ben Brantley, le dedica a la que tenía que ser la revelación de la temporada teatral en Nueva York, el musical Spiderman, con música de U2 interpretada por Bono y The Edge.


Meses de calamidades
El reclamo era potente pero ha ido perdiendo lustre a lo largo de meses y meses y meses de calamidades: la actriz que intepretaba a Aracné se cayó y tuvo que ser sustituida, y a esto siguieron otros accidentes que desencadenaron una mordaz portada de The New Yorker. En ella aparecían varios Spiderman en camas de hospital, el menos perjudicado con una pierna escayolada y colgando.

Aunque quizás lo peor ha sido que el estreno se ha ido aplazando una y otra vez, provocando que Spiderman lleve ya más tiempo de funciones previas del que han durado otros musicales oficialmente en cartel. Una ley no escrita impide a los críticos dictar sentencia de una obra hasta que se acaban las previas, por entender que durante todo este tiempo se encuentra en período de rodaje y no sería justo ensañarse con sus deficiencias. Pero Brantley en el Times se ha hartado de esperar y ha abierto el fuego; entre otras cosas, argumenta que el montaje está tan mal que no ve manera de arreglarlo ni aunque el estreno se postergara más allá de la actual fecha, que es el 15 de marzo.

Morir antes del estreno
¿Conseguirá este mazazo lo nunca visto, que un musical muera antes del mismo opening? Si tenemos que creer a Brantley eso sería lo mejor que podría ocurrir, pues en Spiderman está mal sencillamente todo. Hasta la música de Bono se carga el crítico, quejándose de que el volumen está mal graduado, las canciones acaban confundiéndose con el estruendo mecánico de los artilugios de los que penden los cantantes-acróbatas en escena, y en resumen el conjunto acaba dando dolor de cabeza.

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