Un minibús cargado de turistas norteamericanos llega a media mañana a la playa San Andrés, en el municipio Boca Chica. La intención es dar un paseo para apreciar la hermosura del color turquesa de esa playa.
Sin embargo, lo que se puede observar desde las ventanillas del vehículo son los techos de cana de decenas de pequeñas estancias que ocupan la orilla de la mejor parte de la playa.
Debajo de la cana se cobija una mesa con cuatro sillas de madera conocidas en la cultura dominicana como “muebles de palitos”, que se ofrecen en alquiler por “acomodadores” de los negocios de comida que están enfrente de la playa.
La estampa no es nueva. Es probable que se observe desde que empezó el auge de Boca Chica como destino turístico, a finales de 1960. Pero nunca como en la última década. El congestionamiento de mesas, sillas y sombrillas, muchas en mal estado, a orillas de la playa compone un panorama de arrabalización. Cada “acomodador” tiene su área delimitada y la defiende. Algunos aseguran que tienen 30 años con sus negocios, desde cuando Boca Chica, a 30 kilómetros al este de Santo Domingo, era considerado un paraje. Actualmente, están organizados en la Asociación de Trabajadores Playeros.
Detrás del minibús turístico, se acercó Joan Luis Cruz, que llegó desde el kilómetro 25 de la autopista Duarte junto a su familia. Ni bien se estaciona la familia próximo al Club Náutico cuando les asalta la presencia de un par de “acomodadores”, que les asedian para que se decida por su oferta. Joan terminó pagando 300 pesos por una mesa que casi se moja, de lo próximo que está de las olas. El que consume el menú del negocio propietario de la mesa está exonerado de ese pago.
Para quien no tiene 300 pesos o no quiere desprenderse de ellos, porque tiene su propia sombrilla y sillas, queda la parte menos confortable de la playa, donde las piedras abundan en la suave arena. “Nosotros no le prohibimos a nadie que traiga su silla, porque la playa es pública, pero la gente sabe que uno vive de esto y que mantenemos este lugar limpio”, opina Domingo Rincón, encargado del negocio de las sillas en Boca Chica.
El secretario general del Sindicato de Trabajadores Playeros, Pancracio Sosa, especificó que entre las playas de San Andrés y Boca Chica existen unos 500 negocios.
Falta de baños y parqueos
Al lado de la playa San Andrés, se encuentra la playa Boca Chica. Esta se observa menos arrabalizada en la orilla pero más congestionada que San Andrés en cuanto a los negocios de alimentos y bebidas.
Una hilera de casetas con la venta de freidurías se ubican a la entrada. Después, está el cobrador del parqueo municipal, que cuesta 50 pesos. Al igual que en San Andrés, los que alquilan mesas y sillas tienen ocupada gran parte de la playa.
En 1962, funcionarios del sector turismo pronosticaban que esa playa se convertiría en un “segundo Acapulco”, en referencia al importante destino turístico de México. Todavía está muy lejos de ese objetivo. Faltan baños públicos y necesita más estacionamientos. Además, urge más control en la calidad de la comida que se expende.
Es frecuente notar cómo preparan mariscos y los famosos yaniqueques sin las más mínimas condiciones de higiene. Los negocios de comida han habilitado algunos baños que descargan con galones de agua del mar. Cuesta 20 pesos el servicio.
Proyectos oficiales en la zona
Los negociantes del lado de San Andrés se quejan de que el Ministerio de Turismo no les permite arreglar sus techos de cana. Dicen que su interés es que el área luzca abandonada para tener pretextos de desalojarlos.
La Marina de Guerra tiene en proyecto construir su nuevo club, por lo que está en negociaciones con los propietarios de negocios para comprarles el espacio próximo al Club Náutico.
Turismo construye un bulevar en la playa de Boca Chica.
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