17.5.11

Cannes, o la insoportable levedad del glamour

CANNES, FRANCIA. Caminar por Cannes, a cualquier hora, es someterse al asalto más despiadado del mundo del glamour. Andar con smoking y pajarita no es exclusivo de las estrellas -es más, las estrellas andan como les da la gana, que para eso son estrellas-, los fotógrafos de la alfombra roja -aprendan, niños- son los primeros en vestir su smoking con pajarita, porque se supone que van a estar apareciendo todo el tiempo en televisión.


Es un código no escrito, ni dicho. Solamente los fotógrafos extranjeros se permiten no vestir de ese modo. Los otros que andan así vestidos son los miembros de ese ejército gigantesco de los que con carteles en manos, piden que les regalen una invitación o una entrada a la película que se exhibirá.

Las estrellas le ponen el acento al glamour, que no a la sobriedad. Ahora mismo, Brad Pitt, gafas oscuras de carey, saco blanco -igual que ayer Johnny Depp- y candado semi-canoso en la barbilla, dice estar muy feliz con la buena suerte que ha tenido en su carrera y en ser reconocido por el público.

Por su parte, Faye Dunaway ha recibido, de manos de Fréderíck Mitteránd, ministro de Cultura de Francia, la insignia de la Orden de las Artes y las Letras de Francia. A la hora de agradecer la distinción ha dicho que para ella ser actriz y cineasta "significa luchar en cada momento. Hacer una película, organizar un festival, es una guerra. El arte pertenece al mismo linaje que el propio Dios, ya que si se trata de una guerra, es una guerra por la humanidad".

La actriz a quien se ha dedicado el afiche oficial del 64 Festival de Cine de Cannes ha declarado su admiración hacia otros actores: "Meryl Streep es fabulosa, Johnny Depp ya no es un príncipe, sino un rey e Isabelle Huppert, mi actriz francesa favorita, es maravillosa". Y finalizó: "Valoro mucho esta condecoración porque solo en Francia podría recibir esta distinción. Es cierto que he recibido un Óscar, pero no es lo mismo". Eso es tener glamour.

El domingo, no más, a las 7.30 de la noche -casi pleno mediodía, solazo total- salía del hotel Martínez Woody Allen con su mujer Soon Yi Previn, a bordo de un Renault oficial, pero sin cortinas (lo cual usan muchos), y si bien no saludó, tampoco se mostró reacio al aplauso y los flashes. Eso es glamour.

Leve es el glamour de Michel Piccoli, el gran actor francés que encarna a un Santo Padre en "Habemus Papam", sin smoking, con un saco normal, cuello suelto, camisa azul cielo y toda la naturalidad de los mortales, atravesar la calle de Les Croiselles, 2.30 de la madrugada, salido de una fiesta en la orilla de la playa, para irse a dormir.

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