La voz del director |
La violencia que afecta a los dominicanos, tiene que ser enfrentada
con medidas puntuales. La sociedad no se puede dejar acorralar por la acometida
de sangre y luto.
Pero contrarrestar la tempestad de violencia, no puede
ser con los intercambios de disparos, o el garrote vil.
La violencia generada por la podredumbre de la sociedad, tiene que ser
enfrentada con dos medidas: los correctivos sociales y el fortalecimiento de la
justicia.
La pena del delito tiene que ser la impuesta por la
justicia, no la acción que se lleva a cabo por el peso que da portar un arma de
fuego de forma legal.
La mejor disuasion para que el delincuente piense dos
veces sus acciones, es que sepa que hay una justicia vertical, la que le aplicará
todo el peso de la ley, y una Policía auxiliar de la justicia y respetuosa de
los derechos humanos, pero que no dudará en apretar el gatillo ante un delito
en marcha.
La fragilidad de la justicia, su permeabilidad y corrupción, ha permitido resurgir el
monstruo de la violencia. Por suerte, en los últimos años estamos asistiendo a
un renacer de la justicia y el pueblo hoy le tiene confianza.
Es preocupante que en muchos sectores sociales va
surgiendo el fantasma del linchamiento, por considerar que el delincuente
saldrá fácil de la cárcel, y el crimen quedará impune.
Cuando se hace justicia unilateral, el vengador se
convierte en un criminal y un violador de la ley, y amplia el circulo de las
violaciones a los derechos individuales.
Sin embargo, el principal generador de la violencia que
nos acomete, es la crisis económica individual y colectiva. Sea un ladrón
callejero, un sicario o la violencia intrafamiliar, detrás está la miseria
extrema que sufre una parte sensible de
la poblacion.
El hambre y el abandono social es el generador de las
lacras que azotan a la sociedad dominicana, que van desde el landronzuelo
callejero, hasta la prostitución.
Inclusive, el ladrón de cuello blanco y el funcionario
corrupto, son parte de ese volcán, porque con sus robos sin sanciones, aumentan
el abandono social de los que nada tienen.
Si mejoramos las condiciones de vida de la población, podremos controlar el delito
a largo lazo, pero ahora necesitamos correctivos inmediatos.
Algunas soluciones podían ser una acción honrada y
profesional de la Policía; que la justicia aleje a los jueces y fiscales
corruptos; que las cárceles sean centros de rehabilitación, y que cuando haya
que aplicar el puño de hierro para los delitos en marcha, no le tiemble a nadie
apretar el pulso para apretar el
gatillo.
El delito tiene que ser vencido, porque sino la sociedad
dominicana se convertirá en tierra de muerte y desolación.
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