El 2011 ha sido un año de acciones
positivas para la República dominicana. En el camino surgieron obstáculos
diversos, pero al pasar balance, nos quedamos con lo positivo, y el margen negativo
lo echamos al zafacón.
El principal problema que agobió a los dominicanos en los
pasados doce meses fue el económico. Hay una manifiesta y clara división entre
la macroeconomía, y la economía popular.
A nivel de la supra economía se está produciendo un
avance en su desarrollo. Las ganancias de los grandes centros comerciales, de
los bancos, de las industrias y los números del banco central así lo
determinan.
Pero también en este año 2011 se ha reflejado como nunca
la desigualdad social, la mala distribución de las riquezas, y por proceso de
desarrollo del capitalismo, miles pasaron a los niveles más bajos de la
producción, al hambre total.
Como todo país donde las fuerzas del empresariado y el
capitalismo van tomando fuerzas, aumentó masivamente la miseria. Mientras las
grandes empresas y los bancos obtienen ganancias, hay una masa mayoritaria que
se empobrece.
Tenemos la ilusión de que por lo menos los sectores que
manejan la política y el capital en el país se den cuenta de esta situación, y
apliquen medidas para tratar de controlar esta brecha social tan peligrosa.
De las crecientes injusticias sociales, y del hambre y la
miseria de millones de personas es de donde surjen las incoformidades que se
manifiestan con estallidos sociales.
En el plano de la institucionalidad, la marcha es lenta,
muy lenta.
La Constitución de la República todavía está lejos de
tener una verdadera fuerza institucional. Es un documento que todos dicen respetar,
pero no pasa de ser un pedazo de papel.
La Constitución no solo es que sus considerandos se hagan respetar con el peso de la
autoridad, sino que todo ciudadano sepa hasta
donde puede llegar en su marcha por la vida, sin que violen reglamentos
institucionales.
Por demás, para el empresariado, los políticos y los
sectores hegemónicos, la Constitución solo vale el papel en que está impresa, y al
mismo tiempo es filón para el florecimiento de organizaciones de la sociedad
civil que viven de levantar falsos preceptos institucionales.
En el 2011 también conocimos el crimen, el delito y la
violencia en su cara más fea.
Hoy nadie está libre de un asalto, de un ataque contra su
integridad física. El crimen amenaza a la sociedad dominicana, y los organismos
de seguridad y judicial deberán redoblar sus esfuerzos para cercenarlo de un
tajo al cuello.
Al nacotráfico, al crimen organizado, al ladronzuelo de
barrio, hay que derrotarlos por la vía de la justicia, y si es necesario por el
expediente de los intercambios de disparos, pero hay que atajarlo.
Fue un año de buenas realizaciones, aunque con algunas
aristas. Ya tendremos tiempo de ver algunos hechos individuales.
Se marcha hacia el proceso de institucionalización
nacional, y se mejora la economía, aunque haya miles de muertos de hambre.
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