9.2.12

Esperanza marchita


Diferentes organismos internacionales de investigación económica y representantes de la Iglesia Católica han señalado que son preocupantes los cuadros de miseria que hay en la República Dominicana. Se plantea que el diez por ciento de la población pasa hambre y vive en la pobreza extrema. Son estadísticas que mueven mas que a la reflexión, a la ira y a reconocer la impotencia.


Frente a los cuadros crecientes de la industria y el comercio, con diarias inversiones millonarias, ¿como es posible que más de un diez por ciento de los dominicanos  no consiga para comer ni las sobras de los zafacones?.

Es falta de sensibilidad social de los que todo lo poseen. Nadie tiene que dar su dinero, pero si es de justicia que los capitalistas, en vez de guardarlo en bancos,  lancen  una parte a la creación de nuevas formas de empleo.

Muchos que pecan de indiferentes se horrorizan cuando ven las fotos que vienen de Africa, con los niños cadavéricos, pero no se preguntan ni reaccionan que aquí tenemos ese panorama.

En los barrios marginados a los niños  los muerden  los ratones, y tienen el vientre abultado por los parásitos, y muchos creen que esos cuadros de misieria no existen en el país.

Hay poderes mediáticos, como el sector empresarial, que tienen que jugar su papel en el desarrollo de una polìtica de pleno empleo. En las sociedades capitalistas, es a ese empresariado que le toca  abrir fuentes de trabajo, y al gobierno supervisar el proceso.

Esos cuadros de miseria espantosos son los que llevan a que dominicanos abandonados de la suerte, la fortuna y la esperanza, se monten en una yola, y sean platillo de tiburones en el Mar Caribe.

Tenemos aún muy fresca la suerte de unos 50 dominicanos que murieron al zozobrar la yola donde hacían un viaje ilegal a Puerto Rico.

Sería una falta de conciencia social, y de visión de futuro, considerar éste como un hecho aislado y personal. No, este es un ejemplo  de cual es la situación del país donde estamos viviendo.

La esperanza en una nación se impulsa con el esfuerzo colectivo, con la apertura de nuevas plazas de trabajo, con la integración de aulas escolares, con servicios médicos garantizados, y protección a los dos extremos más débiles del tejido social: la niñez y los envejecientes.

Para muchos, por no decir la mayoría, los 50 naufragos muertos es un simple titular de periódico, pero ese es nuestro presente y nuestro futuro. Ahí hay una demostración de donde  se encuentra la esperanza en un futuro mejor de la mayor parte de los dominicanos.
Miremos el espejo, y hablemos con nuestra conciencia: ¿qué puedo hacer para que retorne la esperanza?.

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